La nueva ordenanza de movilidad en Madrid (marzo 2011) tiene en cuenta a la bicicleta pero, básicamente, para intentar arrinconarla. Quitarla de en medio para que no “moleste” al omnipresente coche. Nuestros dirigentes municipales no han sido capaces de evolucionar y siguen anclados en el pasado: no pueden evitar ver a la bicicleta como un problema que solucionar en lugar de como una oportunidad para mejorar las condiciones de movilidad de nuestra ciudad.
Para esta gente, regular el tráfico de bicicletas significa restringirlo. No son capaces de salir de ese gueto mental. “Tráfico” sigue significando “coches” y es a los coches a quienes protegen y amparan. De poco sirve que esto sea ya un anacronismo en las sociedades modernas o que, por esta causa, la calidad del aire que respiramos en Madrid coloque a nuestra ciudad en el punto de mira como lugar contaminado e insalubre.
Para mayor agravio, la nueva ordenanza nace pretendiendo (o eso se afirma) favorecer el tráfico de bicicletas pero es imposible conseguir tal cosa desde la perspectiva pro-automovilista desde la que se ha abordado que considera a la bicicleta como un elemento molesto e incómodo. Así, por ejemplo, se restringe la circulación de bicicletas en buena parte del viario por razones de “seguridad y fluidez”. Nuestra clase dirigente lo tiene claro: la bicicleta es insegura e interrumpe el tráfico.
Quien atropella y lesiona es el coche, no la bici. Quien atasca y colapsa es el coche, no la bici. Quien atenta contra la seguridad y la fluidez del tráfico en nuestras calles es el coche, ¡no la bici! Pero parece que, en Madrid, paradójicamente, se margina a las bicicletas para intentar solucionar los problemas que crean los coches.
Por si fuera poco, el ayuntamiento teatraliza un esperpento de colaboración ciudadana, ignorando las opiniones de las personas y asociaciones con quienes pretende dialogar y pretendiendo disimular su anacrónico inmovilismo y su carácter oligárquico y déspota anunciando que las normas han sido el resultado de un consenso que no ha existido. Podemos asumir que se nos ignore (llevamos lustros soportándolo) pero no que se nos utilice; la Asociación Pedalibre abandona, por tanto, todo foro común con el gobierno municipal, al tiempo que agradece sinceramente su apoyo a las personas que, desde dentro de la entidad municipal, creen de verdad en que una movilidad mejor es posible.
Las pretendidas mejoras de condiciones para las bicicletas que esta nueva normativa iba a aportar se limitan a un reconocimiento explícito de normas ya existentes y aplicable basicamente al viario secundario. Al tiempo, se aplica una discriminación negativa a las bicicletas en las calles principales, pretendiendo arrinconarlas e impidiendo de facto su circulación en condiciones de igualdad con el resto de vehículos, cuando no hacinándolas en ridículos carriles de diseños absurdos cuya única función, una vez más, es quitar bicis de en medio, enfrentar a ciclistas y peatones en las migajas del espacio urbano y avalar la acaparamiento de dicho espacio por parte de los automóviles.
También se limitan, de facto, las posibilidades de aparcamiento de bicicletas, desatendiendo, una vez más, las características de este vehículo. Esté donde esté ud. en Madrid, siempre habrá cerca un lugar para aparcar coches pero puede tener que ir muy lejos para encontrar uno para aparcar legalmente una bici. Es paradójico que la razón que se esgrime para esto sea, una vez más, evitar molestias. Nuevamente, se considera que la bici “molesta”. Curiosamente, estos “problemas” sólo existen en Madrid y otras ciudades similarmente subdesarrolladas en materia de movilidad, mayormente de nuestro país, y no en las ciudades más modernas y con mayor nivel de vida de los países más desarrollados.
El ayuntamiento de Madrid se ha instalado en una posición esquizofrénica: cambian los discursos pero no los hechos. Se habla de fomentar la movilidad sostenible pero, a la hora de la verdad, los recursos y hasta las normas se dirigen a proteger el tráfico a motor. Mientras, dicho tráfico a motor se ahoga a sí mismo en atascos, ruido y polución, al tiempo que mediatiza el resto de tráficos y disuade a la poca gente que intenta moverse por la ciudad de otra forma más racional.
Madrid no puede seguir dando la espalda a la bicicleta por más tiempo. Madrid no puede seguir primando la hegemonía del coche en sus calles. Esta ciudad no puede seguir ignorando el urbanismo y la movilidad modernos en práctica en nuestro entorno socio-económico. Necesitamos dirigentes con visión estratégica, valientes y capaces de sacar a nuestra ciudad de este atasco. No es una cuestión de sí o no sino de cuándo pero es urgente que sea ya.
En un plano menos dramático, solicitamos la re-denominación (esperamos que temporal) de la Concejalía de Movilidad por la de Concejalía de Inmovilidad para representar de forma más precisa la realidad y aludir tanto a la inmovilidad física del tráfico de la ciudad, permanentemente atascado, como a la inmovilidad funcional de una entidad también atascada en el pasado de unas políticas trasnochadas. Por supuesto, esta sugerencia es medio en serio, medio en broma. Lo grave del asunto es que sea medio en serio.